Si buscás drama, chismes y un poco de mala leche, Gran Hermano Argentina 2025 te está dando todo esta semana con Katia “La Tana” Fenocchio y Catalina Gorostidi como protagonistas. Estas dos participantes están mostrando un nivel de cansancio y falta de ganas que te hace preguntar: ¿qué les pasa? ¿Están agotadas como si tuvieran que timbrar en una oficina de 9 a 5? Acá no hay planillas Excel ni jefe respirándote en la nuca, pero Katia y Cata parecen al borde del colapso. En este artículo te contamos por qué su desinterés está dando que hablar, con un toque de humor y un guiño a si el público debería mandarlas a descansar afuera.

Una prueba semanal que les pesó toneladas
Todo explotó con la prueba semanal de esta edición 2025: una coreografía que puso a prueba la paciencia de la casa. Mientras algunos se rompían el lomo para no quedar como un desastre, Katia y Catalina eligieron el camino del “me chupa un huevo”. La Tana, con su entrada épica en moto todavía fresca en la memoria, largó un “si me suben a placa, me hacen un favor” que sonó a súplica disfrazada de rebeldía. ¿En serio, Katia? ¿Tanto te jode mover las patas a las 10 de la mañana? Y Cata no se quedó atrás: pidió directo a Gran Hermano que la saque del ensayo porque “se sentía mal”. ¿Mal de qué, reina? ¿De fiaca o de no querer peinarte para la cámara?
¿Compromiso? No, gracias
El compromiso de estas dos está más flojo que fideo recocido. Mientras sus compañeros se juegan el presupuesto semanal, Katia y Catalina actúan como si les pidieran construir el Obelisco con palillos. ¿Es falta de interés? Parece. La Tana ya dejó caer varias veces que quiere rajarse, como si estar nominada fuera el Oscar de la temporada. Cata, que volvió tras su paso por la edición anterior, parece estar en modo “ya estuve, ¿qué más quieren?”. Pero también hay olor a agotamiento: meses encerradas, bancándose gritos, estrategias y el aliento mañanero de la casa no son pavada. ¿O será puro acting para la tribuna?
Cansadas como si laburaran (pero sin laburar)
Lo más gracioso es que se quejan como si tuvieran que madrugar para un turno doble. “Ay, qué estrés, qué cansancio”, dicen, mientras su mayor drama es elegir entre milanesa o pizza. Sí, estar en Gran Hermano tiene lo suyo —la presión, las nominaciones, las cámaras—, pero de ahí a poner cara de “me arruinaron la vida” por una coreo hay un abismo. Si esto es agotamiento, que alguien les cuente que afuera hay que pagar cuentas, changuear y encima sonreír. Ellas solo tienen que no dormirse en la gala y listo.

¿Hora de sacarlas de la casa?
Y acá viene el gran dilema: ¿es momento de que el público les dé el pase a la libertad? Porque si van a seguir arrastrándose por la casa como almas en pena, capaz conviene mandarlas a dormir la siesta eterna afuera. Katia ya pidió la placa como quien pide pizza, y Cata está a un pasito de tirar la toalla. ¿Les damos el gusto o las dejamos para ver si se despiertan? El pueblo argentino tiene la palabra: ¿las salvamos o las mandamos a extrañar la pileta y las peleas por el puré?
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