Si hay algo que define a Katia en esta nueva temporada de Gran Hermano (que arrancó el 31 de marzo de 2025 en Telefe), es que nunca para de quejarse. Es como su superpoder, pero uno que nadie pidió. Hoy, por enésima vez, volvió a la carga: dice que no pudo dormir por los “ruidos”. Sí, otra vez Katia con su drama, como si vivir en la casa más famosa de Argentina fuera un retiro zen. ¿Y qué hace para cambiar las cosas? Nada de nada. Ni colabora, ni pone ganas, ni se prende en algo. Solo sabe tirar mala onda y tratar a todos con esos modos que dan ganas de mandarla a paseo.

En esta edición renovada de Gran Hermano, con 24 participantes, una casa full equipada (jacuzzi, fogón y más) y un estudio de locos, se supone que todos llegan para meterle pilas al reality. Pero Katia, nah. Ella va a lo suyo: quejarse sin parar. No aporta en las pruebas del presupuesto, no se suma a la convivencia, y divertirse parece misión imposible para ella. Su especialidad es poner cara de orto y soltar comentarios venenosos que ya tienen a medio mundo harto, dentro y fuera de la casa.
Hoy, con lo de los ruidos, volvió a mostrar su faceta de víctima profesional. “No dormí por los ruidos”, dijo, como si el resto de los participantes estuviera de vacaciones en un spa. ¿Y qué hace para arreglarlo? Cero. Se queda en su esquina, cruzada de brazos, mientras los demás se matan pensando cómo sobrevivir con el presupuesto o cómo pasarla bien. Encima, no se guarda la bronca: la reparte con esa actitud pedante que hace que hasta el más tranqui pierda la paciencia.
En redes, la gente ya no la banca. Basta con entrar al canal de Telefe (7,08 millones de suscriptores) para ver los comentarios: “Tana, rajá por la giratoria”, “Siempre llorando, qué embole”, “Andá a dormir a tu casa”. Y no es para menos. Katia no suma, resta. Es como ese ruido molesto que ella dice odiar, pero al revés: el fastidio lo genera ella misma. Si tanto le pesa estar ahí, que agarre la puerta y chau. Total, nadie la está obligando a quedarse.
Esta temporada de Gran Hermano promete emociones a full, sorpresas y momentos épicos, pero Katia parece empeñada en ser el bajón de la fiesta. Que siga con sus quejas si quiere, total, es lo único que le sale bien. Pero que no espere que el público o sus compañeros le sigan el juego eternamente. Porque, como dicen por ahí, “el que no aporta, que no joda”. Y Katia, hace rato, cruzó esa línea.